lunes, 21 de febrero de 2011

Bruto corazón

Comparte

"...si usted no entiende de poesía
le escribiré un cuento de bomberos..."
Noha

Amigo!!.¡¡ Eh Amigo !!-
La cara blanca como cubierta de tiza pareció reaccionar abriendo un par de ojos azules inyectados en sangre, irritados por el polvo de cal que aún flotaba en el aire y lo hacía incluso difícil de respirar.
La corpulenta silueta que se acercaba demoró tan sólo un instante en ajustar un mosquetón a un hierro saliente y descender con cuidado en posición invertida pero aún sujeto por su arnés, como araña al acecho de una posible víctima.
-Bueno. Tranquilo- dijo mientras llegaba al fondo - acá estoy- tomó su Walky Talky y sin mediar otra palabra gritó sin necesidad –Tengo uno, masculino, sobreviviente ¿Me copia? Cambio.
Una voz robótica respondió desde el aparato.
        -Chávez? ¡!Antes de modular identificate carajo ¡!
-Acá Cháves... Encontré masculino de unos treinta años, sobreviviente atrapado, cambio…
        -¿Necesita médico urgente? Cambio
-Afirmativo. Y la bolsa cricket. Cambio-
        -Mantenelo despabilado hasta que traigan la bolsa de aire. ¿Un cricket hidráulico no te alcanza? Cambio.
-Negativo Ludueña, es parte de una losa. Es más seguro hacerlo con la bolsa. Ahora, si usted quiere que se venga todo en banda...Cambio
        -Bueno. No te hagás el vivo vos que te comés una sanción... Te aviso. Ya sabés que hacer. Fuera. 
-Si ya sé- masculló con el resentimiento de quién duda de las capacidades de un superior y de todas formas debe obedecer a rajatabla.
El “Negro” Chávez se volteó sobre su costado y aún cuando estaba en posición invertida, casi a treinta grados de inclinación pudo acomodarse un poco y mirar con más detenimiento al muchacho que estaba frente a él.
-Como te llamás campeón?
        -César. César Almeida…
-Sabés lo que te pasó Cesar?
        -Si…creo…se cayó la losa. Al lado estaban construyendo y socavaron los cimientos. Tembló todo…todo el día...avisamos, pero el arquitecto no venía...no vino, hablé con el capataz. Y encima vinieron hoy con una excavadora...de las grandes...no dan pelota...
Cesar se atragantó un poco con el polvillo y comenzó a toser, pero el Negro sabía que no podía darle nada aún, tenía que terminar el interrogatorio de rutina y después preguntar a los médicos si podía darle algo de beber.
-Hoy había más gente por ser martes?
        -No, ¿cómo martes? Hoy es viernes…
-Si, claro, que boludo que soy. Decime ¿te duele algo?
        -La pierna izquierda. Creo que está aplastada…
-No, no, no te des manija, tranquilo, está atrapada, mirá desde acá veo que no hay sangre. Quedate tranquilo y respirá pausado que en poco tiempo te sacamos y te vas al hospital. Mi dió, allá hay una enfermera…no, ¿para que te cuento? un bombón. Ahí te vamos a llevar. Ya me vas a dar las gracias.
César pareció tranquilizarse. Cháves no tenía ni idea del estado de la pierna, pero con ese pequeño interrogatorio que la Fuerza le obligaba a hacer, ya había definido que la victima estaba en uso de sus facultades mentales completas, no estaba en estado de shock y que por lo tanto sus heridas podían ser leves. Recordaba nombre, lugar y fecha, comprobando su ubicación personal, física y temporal. Faltaba una sola pregunta.
-Che, César, ¿había más gente en el lugar?
        -Si, poca, pero había. Creo que había tres chicas en el segundo, en Pilates y cuatro chicos en las pesas. Ah!! Y dos más en las cintas…
-Si miramos desde el frente del edificio, ¿me podés decir a que altura y si es al fondo o al frente? -
        -¿En que piso y si era derecha o izquierda?
-Si, justo así. ¿Podés?-
        -Las chicas en el segundo piso, a la derecha, al fondo... Los de las pesas, primer piso, a la derecha, al frente, creo... Las cintas caminadoras, acá nomás. Yo tenía el escritorio de recepción al lado, visto desde el frente a la izquierda en planta baja… ¿Te sirve?
-Perfecto. Bueno, esperá que modulo- Tres femeninos segundo derecha atrás, cuatro masculinos primero derecha frente, dos más acá. Cambio-
        -¡¡Identificate antes de modular carajo!! Tengo que ser mago. Ya te copié. Los muchachos están trabajando ¿cómo está la víctima?- 
Silencio...
        -Chávez, ¿que cómo esta la víctima?-
-¿Cambio?-
        -Si boludo. Cambio-
-Chávez, acá. Bien está, bien ¿y la bolsa, ya está en camino? Cambio.
        -La del cuartel de la Boca es la que está entera y funcionando pero se la prestaron a Tandil. Estamos tratando de ubicar otra. Yo te aviso. Y vos no te hagás el estreñido, huevón. Fuera. 
Chávez le guiñó el ojo a César mientras le sonreía  en tono cómplice pero se dio cuenta que la cosa se complicaba y que no podía quedarse tanto tiempo allí con la losa pendiendo sobre sus cabezas a la vez que la inclinación de su cuerpo poco a poco se hacía sentir haciendo que mucha sangre se le fuera hacia el cerebro sin pasaje de vuelta.
Por lo menos -se decía para sus adentros- tengo uno vivo y hoy no voy a tener que lidiar con muertos. Es que Cháves desde que era bombero no le había hecho asco a ningún encargo. Si un tren arrollaba a alguien él era el encargado de recuperar los trozos y pasaba horas recorriendo vías con sus guantes de látex encontrando algo aquí otro algo allá. Si se trataba de un accidente vial, era el que mejor manejaba las “tenazas de la vida” esa herramienta traída por la mano de dios y un mecánico con inventiva, que con pocos movimientos y mucha potencia cortaba las chapas retorcidas para liberar a las victimas o lo que quedara de ellas.
Si un incendio era la tarea indicada, él se calzaba sus tanques de oxigeno, traje y mascarilla roídas por el uso y de antigüedad inescrutable, para así adentrase en el fuego y rescatar, a veces sobrevivientes, a veces victimas.
-No te me duermas César. Quedáte conmigo. ¿Cómo te dicen tus amigos? Cacho, tito… Negro seguro que no te dicen.
        -Laucha…por las paletas, creo…
-¿Laucha o conejo? No jodas. ¿En serio? Y yo me preocupo por que me dicen negro…
César lo miró con cara de contener una respuesta incómoda y Chávez lo pescó al vuelo.
-Si, ya sé que soy negro, pero me gusta que me llamen por mi nombre-
        -¿Cuál? ¿Chávez?
-No, ese es mi apellido. Artemio…
        -No me jodas…
-Si mi abuelo se llamaba así y a mi me pusieron su nombre…por lo menos es original... no como Claudio, Carlos... César...
        -Bueno, Artemio. Mucho gusto.
-El gusto es mío César, pero no te me duermas ¿eh? Si no te cuento cómo se llamaba mi abuela y no te dormís nunca más en la vida…
Una pequeña sonrisa asomó en la pálida cara del muchacho y Chávez aprovechó el momento para ver si podía observar mejor la pierna atrapada.
Se arrastró como pudo unos centímetros más hasta llegar a un hueco un tanto mayor que le permitía girar el torso y elevarlo apenas un poco. Durante la maniobra vio la pierna, fracturada pero no expuesta ni con pérdida de sangre, razón por la que se tranquilizó un poco, pues de estar expuesta, los tiempos tomaban el atajo de un acelerado reloj sincopado al existir la posibilidad de un cercenamiento de la arteria femoral y una hemorragia que le daría menos de una hora para ser controlada, situación ésta, sumamente comprometida, considerando que por lo profundo, tardarían mucho tiempo en llegar con las máquinas para liberarlo. La alternativa de la bolsa permitiría inflarla con aire presurizado desde el compresor del camión y así levantar la losa que aplastaba la pierna en forma pareja y con mayor superficie de contacto.
Chávez no se animaba a usar un cricket por la poca superficie de apoyo y porque podría rajar y fracturar la estructura sin lograr moverla lo suficiente.
Parecía que César podía esperar, pero le preocupaba que se estuviera durmiendo y que hubiera dos pisos sobre ellos que había que remover primero para rescatar al resto.
        -Gracias…
Cesar no lo estaba mirando.
-Por qué mi amigo? Es mi trabajo, no se preocupe…
    -No, en serio. Yo no tendría lo huevos para meterme en este socavón para sacar a un perfecto desconocido…
-Che, que nadie es perfecto y menos vos. No jodás, seguro que vos harías lo mismo, lo que pasa es que todavía no te diste cuenta…
        -¿Ya llegó la Federal?
-Nosotros somos de La Federal…- 
Se contuvo porque el muchacho no tenía porque saberlo. Siempre el maldito estigma traído de la mano de los delincuentes. Superintendencia Federal de Bomberos de la Policía Federal Argentina, muy largo, todos preferían decir Bomberos Voluntarios aunque eso abarcara múltiples federaciones nacionales y ajenas.
        -Perdón, no sabía…
-No te preocupes Laucha, nadie nos asocia con la policía, pero somos los que están para servir y proteger - hizo una seña de comillas con ambas manos-, pero la gente se acuerda de eso nada más que cuando se convierte en víctima-
        -No, en serio, yo tengo un amigo policía…
-Si Laucha, no te calentés, te entiendo hermano. La cosa no es con vos. Vos tranquilo que primero te vamos a sacar y después hablamos de estas pavadas… Acordate de la enfermera. Tiene unas gomas. ¿Te gustan tetonas, no?. Si, como no te van a gustar...ya vas a ver... Delia se llama...Delia...
Artemio se miró las manos, fuertes, callosas, deformadas por múltiples esfuerzos. Cada una de ellas capaz de contener la cabeza completa del Laucha en su circunferencia. Su mujer lo solía observar y luego de tomarlas entre las suyas le decía
           -Manos grandes, buenas, fuertes. ¿Sabés por qué me enamoré de tus manos? 
    - No ¿por qué?- 
            -Porque son racimos de chorizos-
Y él la corría por la casa con un falso enojo decorado de sonrisas.
        -Me duele un poco el estómago…
-¿Te duele o tenés ganas de cagar?
        -No, me duele adentro…
-Perate un cacho…
Tomó nuevamente el Walky Talky, pareció recordar algo y dijo:
-Acá Chávez, ¿me copia? Cambio-
        - Hablá Chávez, ¿qué pasa? 
-¿Cambio?-
        -Si. La puta madre.Cambio-
-Digale al médico del S.A.M.E. que la victima presenta dolor de estómago. ¿Recomendación? Cambio-
        -Pará... Momento…
Pasaron sesenta segundos largos, casi como de media hora.
        - Dice que no le des nada, que hasta que lo saquemos no puede decirte ni recomendar nada. Si empeora te bajamos algún calmante pero hay que llevarlo a emergencias lo antes posible. Cambio.
-¿Y de la bolsa? Cambio-
        -Te vamos a bajar el cricket, olvidáte de la bolsa. Parece que no estaba en el presupuesto nacional. 
Chávez refrenó la puteada que le asomaba por la boca cuando sintió que la línea de vida se movía con el peso de alguna herramienta que le mandaban desde arriba.
        -Te va el cricket. Seguí el procedimiento. Fuera-
Y la realidad decía que debía poner una base de metal lo más amplia posible, tanto en la base como en la cima  que,por supuesto, de antemano preveía que no iba a tener.
        -¿Me van a sacar?
- No, si vúamo a estar por inaugurar una gomería… 
El Laucha sonrió con lo imprevisto de la broma y aunque un pequeño rictus de dolor le cruzó la cara supo que no podía estar en mejores manos que aquellas.
        -¿Me va a doler? -
-Lo mismo que a mí, hermano: nada. Quedate tranquilo. Soy bruto pero hago esto casi todos los días. Como que equilibro lo bestia con la experiencia ¿viste?-
Y mientras se lo decía comenzó a apuntalar las partes débiles de la estructura con cuatro caños que le bajaban por la línea de vida. Encontró un punto firme de apoyo justo bajo la vertical donde se encontraba la pierna del Laucha. Verificó posibles desprendimientos o corrimientos que pudieran empeorar una situación que de por sí ya era complicada y comenzó a bombear el cricket hidráulico con un ritmo lento pero seguro, deteniéndose a cada oportunidad en que una pequeña lluvia de cal caía sobre ambas figuras.
La losa comenzó a moverse casi en el mismo momento en que el embolo llegaba a su fin sin poder elevar una columna que había agotado su recorrido.
La puteada salió débil, cansada. Goteó de su boca para estrellarse contra el piso junto con cientos de gotas de su propia transpiración..
César lo miró preocupado, con el inicio de la desesperación asomando en sus labios.
        -¿Cagamos?
- No hermano, de acá nos vamos los dos y ahora, como que me llamo Artemio ¿Sabés?
Y en cuclillas con la espalda empujando con toda su fuerza bruta parte de una losa que comenzaba a bascular sobre el eje de un simple cricket, el bombero cumplió su promesa, como cada día de su vida lo había hecho.

Basado en un hecho real. Ver aquí

OPin
Buenos Aires 2011
© Copyright 2011
Once Cuentos sin Rumbo
ISBN 987-43-8446-9

0 comentarios:

Publicar un comentario